Sobre “Vestigios (Piedra angular de un desayuno nutritivo) de Emiliano Montes. Por Ximena Escalante

Ximena Escalante sobre VESTIGIOS (Piedra angular de un desayuno nutritivo) para el portal de internet “Del otro lado de lo bello” (Agosto 2015)

 

Según la RAE, vestigio designa huellas, indicios, señales y restos de algo o alguien que ha pasado o ha desaparecido. Antes de dar sala, ya se perciben vestigios de algo perturbador: el sonido de bombas y estruendos, para presentar, una vez comenzada la función, dos individuos que hablan, dejan pasar el tiempo, leen el diario, discuten y reflexionan sobre qué lleva a la destrucción. Vestidos de manera idéntica – pantalón y camisa blancos, cinturón y corbata negros-, no recuerdan sus nombres o la cantidad de tiempo que llevan recluidos del mundo a la espera de una señal para regresar y dar paso a la acción. Confinados en un espacio atemporal, el papel de diario inunda la escena: cubre las paredes, el suelo, algunos objetos y otros, apilados, se disponen como asientos. El resto de los elementos es devorado por un blanco absoluto que resplandece.
El tercer personaje, descubierto -no podría ser de otra manera- bajo diarios, es retratado con una cámara de fotos cual víctima de un crimen publicado en la sección de policiales. Ella, quien desentona con un traje oscuro y borcegos, los incita a la lucha, a poner el cuerpo; encuentra una salida a ese encierro y no necesita un tubo de oxígeno para respirar, pero los otros dos personajes quedan presos de sus propios pensamientos y no pueden dar lugar a la acción. El exceso de información, metáfora de los papeles de diarios, crea meras conceptualizaciones, ideas, creencias pero no el advenimiento de la praxis. Spinoza en el Siglo XVII, cuestiona a los intelectuales por preocuparse exclusivamente por el pensamiento y no por aquello de lo que es capaz un cuerpo. Aun en la actualidad, cuerpo y mente parecen continuar escindidos.
El autor, director y actor Emiliano Montes, sufrió una amputación durante el proceso creativo y se vio obligado a reinventarse: “Es un duelo en vida, pero hay que sobrevivir”, declara y elocuentemente lo integra en la obra. Su personaje se da cuenta, repentinamente, que carece del índice derecho. De a poco, se va desintegrando en analogía a los militantes de base quienes sufrieron con y en su propio cuerpo; sin embargo, su compañero se concentra en sus propias actividades: no repara, no actúa, como si nada sucediera, se mira a otro costado como hizo gran parte de la sociedad argentina en los setenta.
En la obra -estrenada en 2013- se cruzan un cúmulo de referencias de clásicos del teatro: el sesgo trágico de la condición humana enunciado por los griegos en frases como “Estamos perdidos desde que nacimos”, la espera beckettiana y el humor verbal de Pinter sobre la construcción del lenguaje, en especial “El Montaplatos” con las situaciones que desarrollan Ben y Gus. También se plantea y delibera sobre la religión y se cuestiona que figuras como El Che, Jesucristo y la Virgen María sean abstraídos de sus banderas ideológicas o dogmáticas con fines exclusivamente estetizantes, creadores de una imagen mercantil y mediática.
Vestigios busca generar en los espectadores preguntas, lagunas y ambigüedades sobre la política y el lenguaje para que se desplacen del lugar del mero goce teatral y reflexionen sobre qué se puede construir con las ruinas del pasado, los vestigios de aquello que reza la definición “algo o alguien que ha pasado o ha desaparecido”, porque eso no debe ser relegado a la tarea de intelectuales de escritorio.


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