Crítica de Arturo Larrabure a "VESTIGIOS (Piedra angular de un desayuno nutritivo)" de Emiliano Montes

Crítica a "Vestigios (Piedra angular de un desayuno nutritivo)" de Emiliano Montes

“Hasta el más valiente de nosotros
Pocas veces tiene el valor
 Para enfrentarse
Con lo que realmente sabe”

F.Nietzsche

Dos hombres encerrados en una habitación. Espíritus rebeldes en algún tiempo, se debaten entre la verdad y la mentira. Una verdad que inventan a cada momento. Un deseo revolucionario que reprimen y se vuelve contra ellos. Entonces llega el lenguaje, para anestesiarlo todo. Ahí, donde las excusas abundan y la acción nunca llega, justo ahí es donde el lenguaje se encarga de llenar esos espacios vacíos entre los deseos y las palabras. La incompatibilidad entre lo dicho y lo real se hace cada vez más evidente. 
    Una obra que trabaja sobre nuestro miedo a ser libres, sobre nuestra vergüenza de actuar lo que pensamos. Vamos acumulando rabia por sabernos autómatas, y aún así, seguir siéndolo. Y nuestro deseo, ¿Donde quedó nuestro deseo? ¿Con que palos habrá tropezado para descomponerse de tal forma? Llegamos a burocratizar hasta a la rebeldía misma, a masturbar nuestras mentes por no poder ponerle el cuerpo a nuestros anhelos. Nuestra voluntad empequeñece y nos arrugamos, y esas arrugas, también nos sirven de excusa. Al final de la historia, esas verdades que creímos disimular reviven y terminan castigándonos. El eterno retorno triunfa una vez más. 
“La revolución no está de moda” y lo que hoy vende es la remera del Ché. Si hasta Jesucristo es un fenómeno estético y nosotros mismos miramos nuestras formas más que nuestras acciones. Son tiempos tibios en esta parte del mundo. Gritamos gol con la euforia que deberíamos gritar BASTA para que frenen las guerras y el hambre. Nosotros mismos somos la tristeza. El tiempo nunca se puso triste, el tiempo, no es más que tiempo. A nosotros nos apagaron como a una televisión. Nos pusieron una papa en la boca y un masajeador en el culo. Y nosotros dijimos que sí. Compramos una personalidad mirando un cartel. Nos cogimos con la imaginación a los carteles de la publicidad. Seguro, en algún momento, nos olvidamos quienes somos. Y aunque queramos olvidarnos de nuestra complicidad, en algún momento, habremos escondido nuestros deseos en esta nube de pedos en la que vivimos. Y seguro, lo más seguro de todo, es que encontramos la justificación en algo o en alguien, que nos liberó de la culpa. Matamos al chivo y nos expiamos, una vez más. 
                                                                           
                                                              Arturo Larrabure. 18/10/2015

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